Samba pa´ tí

Así es como describo nuestra relación, “Samba pa’ tí”. Comienza triste, tan nostálgica y llena de lágrimas. Hace parecer que sólo existe una guitarra triste llena de pasado, de recuerdos, de pesares, de reclamos. Son minutos de –“Ooohhh, por Dios, cómo desearía que todo fuera diferente”-. Tanto tiempo en que te miraba y lloraba de impotencia ante tu presencia. Ardiendo la necesidad de gritarte y la lágrima solitaria en mi cachete. El rencor confundiéndose con el odio. Tantos ‘¿por qué?s’, tantos ‘tú lo prometiste’. Tanta indiferencia. Tanto materialismo uniéndonos… y, de repente, un ritmo nuevo. Sorpresivamente llega un cambio. –“Hola, hablo también tu idioma si nos escuchamos con atención y paciencia”-. Me hubiera encantado haberte conocido así antes. Mucho gusto, soy Roberto, tu hijo, soy así, mira. No me gusta rasurarme. No me gusta buscarle formas ecuánimes a las cosas. Quiero saber directamente los acontecimientos. No soy bueno deduciendo. Explícame. Me gusta oír tu opinión. Me gusta que me hables mirándome a los ojos. Sentir que sabes que existo. Mira, ¿notas mi alegría, mi comodidad? Así quiero verte siempre. Te quiero. Hola, mucho gusto, soy Alejandro, tu papá. A pesar de lo que has visto desde niño, soy humano. También siento la derrota. Mira, se que será difícil para ti entenderlo por lo que me has conocido, pero también existen las lágrimas en mis ojos. Escucha, se muchas malas palabras y las uso cotidianamente. Ya sabes que siempre he gustado de hacer las cosas como las planeo y si algo contraría lo previsto me altero rápidamente, eso no ha cambiado pero ahora te otorgo el privilegio de mi confianza para que me lo hagas entender claramente. ¿Sabes? Hay veces que me siento muy agobiado y necesito hablar contigo. En serio eres mi amigo. Te quiero.

Gracias, padre. Gracias, hijo mío.