viernes, 5 de mayo de 2006

De los placeres difíciles

Existe una imagen en la pantalla de tu televisor que no se mira bien de cercas pero entre más te alejes mejor se aprecia. Es la imagen más bella que jamás habías visto y para seguir viéndola debes mantenerte alejado. Imagina el ser más hermoso dentro de tu vida convertido en montaña. Es imposible de abrazar, no te bastan tus brazos para tocarlo. No eres nada. Recuerda el ser más pequeño y bello que hayan tenido frente tus ojos y la necesidad de apretarlo hasta que se meta en tu cuerpo por medio de tus poros… y no lo hiciste. Te has topado con bellezas lejanas en esta vida… con pedazos de tu propia carne que no te explicas cómo salieron fuera tuyo. Lo extremadamente bello deja de serlo [solo un poco] con la necesidad de tenerlo dentro y hacerlo parte de uno en lugar de apreciarlo. Es como querer comerse al pianista que toque Gimnopedia con todo y piano o exigir transfusiones de atardeceres. Es difícil entender que las cosas bellas están bien donde deben de estar… muy difícil para algunos. Apreciar no es querer dominar o ser dueño de algo. Apreciar es disfrutar de las cosas en su centro de equilibrio, donde las encontramos. ¿De dónde nace la necesidad de externar las cosas? Si escucho a un grupo que me gustó no es estrictamente necesario correr a decírselos. Si miro a una mujer en el Hussong’s sólo unos minutos no es mi deber acercarme a decírselo. Y, ¿por qué sabiendo que tal necesidad no existe sigues actuando igual? ¡Levante la mano el que sabe callarse! Yo no sé…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo tampoco....