Hace seis años me pelié con El Tiempo. Hubo una discordancia, un detalle que nos hizo discutir y terminar por darnos la espalda. Cierta noche le pedí que dejara de caminar, nada difícil, no era para tanto... pero se negó, se lo exigí malencaradamente y con voz feroz, como aquel niño que al verse impotente frente a alguien de mayor tamaño, se limita a persuadir con su fallido intento de gallardía... pero no me atendió. Él siguió con lo suyo, yo improvisé lo mío caminando hacia adelante con la mirada ligeramente elevada, buscando escaleras para subir.
El Tiempo ya se fue, sé que no va a esperarme ni retrocederá y yo ya no quiero seguir con este rencor secándose en mis adentros, adquiriendo texturas ásperas y ángulos filosos. Ayer me puse a buscarlo para que hablemos y pactemos una reconciliación para siempre.
En mi caminar encuentro invitaciones, post-its con mensajes, pintas en las paredes, colguerijes en los árboles, me hablan los animales, me dicen las personas que ya pasaste por aquí. Te sigo los pasos y creo que estás cerca... ya huelo la felicidad, ya percibo tu calor.