lunes, 23 de noviembre de 2009

J’ai avalé une mouche
En roulant sur mon vélo
Je chantais cette chanson
Je n’connais rien de plus beau J’ai attrapé l’amour
En te regardant le dos
Je chantais cette chanson
Dont je n’connais pas les mots
Oh oh oh oh
I love you so
Oh oh oh oh
I need you so

martes, 17 de noviembre de 2009

Del teatro que vivimos

He estado informándome, documentándome, si así se le puede llamar, sobre temas de interés popular actuales, como históricos para los mexicanos y me ha surgido una duda al repasar los hecho que formaron parte de la Revolución Mexicana (1910-1920).
¿Existe alguna norma que estipule cuánto tiempo debe transcurrir para que las ilegalidades cometidas por los líderes en el poder sean aceptadas como hechos históricos y pasen a formar parte de los libros de Historia de la Secretaría de Educación Pública?
Hoy hablamos de Antonio López de Santa Anna como aquel traidor a la patria que comerció con el territorio nacional. Sabemos de aquel Gral. Díaz, dictador, opresor de la clase obrera y tirano contra la prensa crítica. Que gustaba de lujos y el estilo de vida europeo, hechado por el pueblo mexicano con sed de libertad y justicia.
Héroes y villanos nacionales comparten e intercambian identidades en una historia llena de traiciones, engaños y palmadas en secreto. Un momento insurrecto, al siguiente gobernante, luego perseguido y finalmente capturado y ejecutado en manos del nuevo grupo libertario que mañana será derrocado, perseguido, capturado y ejecutado. Entre zapatistas, villistas, maderistas y constitucionalistas se hizo "la papa caliente" del poder y el orden que nunca llegó.
La revolución inició con la necesidad de mayor pluralidad y participación de los ciudadanos y tuvo continuidad en sesenta y tantos años de lo mismo: elecciones de dudosos resultados, figuras presidenciales huecas, trasfondos nada nacionalistas en las medidas adoptadas por dirigentes, fraudes en versiones modernas con sistemas que se caen y boletas electorales destruidas.
Me pregunto si mis hijos estudiarán para su examen de 4to año en qué fecha y bajo qué circunstancias se fundó el Partido de la Revolución Democrática. Tendré que esperar algunos años para ver si me encuentro en la programación televisiva abierta algún documental que haga mención como aquello despreciable que sucedía antes el hecho de que aquel Presidente, otrora de la oposición, aun en el poder manifestara y confesara su influencia decisiva en el proceso electoral venidero. Quizá se hable de aquel nuevo participante del juego de poderes que representaron los medios de comunicación.
Hasta entonces seguiré aprendiendo para ser más participativo cada vez.
[No somos espectadores, somos los actores,
pero los tramoyeros vieron que nos da flojera
y se han apoderado de la obra]

De los impuestos bien sudados

El día de hoy, con el pago de los servicios a la amable contador público que me asesoró en éste, mi último pago como contribuyente profesionista (de forma tardía, debo confesarlo), culminan mis esfuerzos por cubrir mi deuda con la Secretaría de Hacienda.
Este año conocí la experiencia gratificante y patriota que representa el realizar declaraciones y pagos de impuestos por los ingresos percibidos como remuneración por una nada fácil actividad profesional, pasando así por tardes bajo la lluvia, bañado en lodo, casi devorado por la tierra, librando riscos, compañía de serpientes, jornadas enteras de paseos pantanosos bajo el Sol flagelante de julio en el Delta del Río Colorado, amaneceres en carretera para ganarle tiempo a ese mismo Sol que hacía lo increíble con el afán de disuadir cualquier esfuerzo de labores, el mismo que me tuvo cuatro días en cama, convaleciente de insolación. Dinero bien ganado, bien sudado.
Aun después de pagar esa cantidad, nada fácil para quien no planifica los gastos, no siento pesar en mis ánimos. No tengo palabras de reclamo. Hoy camino tranquilo y satisfecho porque sé que el importe que me fue requerido como impuesto por mi trabajo será bien empleado. Estoy seguro de que Don Agustín y su equipo de profesionales, economistas, administradores y demás expertos en la materia harán que cada centavo que he aportado al país en el que vivo sea invertido de manera estratégica, inteligente, planeada y, por supuesto, siempre pensando en lo que más necesita el pueblo mexicano, nosotros, yo mismo. Sé que ese dinero lo regresará a mi, en servicios de transporte, infraestructura, seguridad, salud y educación de la calidad que yo y todos los mexicanos trabajadores y partícipes de la sociedad merecemos.
¿Por qué no habría de ser así?