miércoles, 16 de septiembre de 2009

De las reconciliaciones

México fue potencia mundial según lo que nos cuentan los profesores, hoy... ni hablar. La Rondalla del COBACH Mexicali de hace veinte o treinta años ganaba concursos nacionales, cantaban que se mojaban las presentes. Había verdadera bohemia en los recitales. Los rondallos ya tenían bigote y voces gruesas e imponentes. Las pedas eran históricas y a todos lados viajaban para tocar. Las anécdotas son tan numerosas y tan llenas de momentos fantásticos y absurdamente heróicos. Ahora son puros niños, que se ponen sus tuxedos para [intentar] ligarse a las cobachitas. No ganan ni la lástima de los espectadores. No salen de Mexicali. Los recitales son buenos sólo si la Rondalla del Valle o la Rondalla Bohemia están invitadas. No son ni la sombra de aquellos tiempos. La generación de estudiantes de hace cuarenta años era mejor, emprendían, se preocupaban de verdad por aprender. Hacían movimientos estudiantiles, marchas, protestas, no se dejaban. Para obtener tu título debías presentar tu examen profesional y debatir con los que fueron tus maestros para ganarte ser su colega. Ahora ya les vale todo, no les interesa estudiar o aprender. Son unos dejados, conformistas. Mediocres profesionistas. Y como esas hay más... cantaletas que no ayudan, que no aportan y definitivamente no apoyan. Ese es el enfoque de los viejos.

Hace seis años me pelié con El Tiempo. Hubo una discordancia, un detalle que nos hizo discutir y terminar por darnos la espalda. Cierta noche le pedí que dejara de caminar, nada difícil, no era para tanto... pero se negó, se lo exigí malencaradamente y con voz feroz, como aquel niño que al verse impotente frente a alguien de mayor tamaño, se limita a persuadir con su fallido intento de gallardía... pero no me atendió. Él siguió con lo suyo, yo improvisé lo mío caminando hacia adelante con la mirada ligeramente elevada, buscando escaleras para subir.

El Tiempo ya se fue, sé que no va a esperarme ni retrocederá y yo ya no quiero seguir con este rencor secándose en mis adentros, adquiriendo texturas ásperas y ángulos filosos. Ayer me puse a buscarlo para que hablemos y pactemos una reconciliación para siempre.

En mi caminar encuentro invitaciones, post-its con mensajes, pintas en las paredes, colguerijes en los árboles, me hablan los animales, me dicen las personas que ya pasaste por aquí. Te sigo los pasos y creo que estás cerca... ya huelo la felicidad, ya percibo tu calor.

viernes, 4 de septiembre de 2009

De las pinchaduras calladas

Todo lo que veo cuando giro mi vista hacia atrás me agita la mano en alto... alguna miradas nostálgicas, algunas miradas alegres... ahora tengo pelos en mi pecho y me sale bigote y barba. Ya pasé por el acné en la espalda y ya salí de eso. He sido fumador, lo he dejado... quiero volver a serlo, pero no lo he decidido. He trabajado, he renunciado por mejores ofertas, he caminado, corrido, saltado, arrastrado, caído, he lastimado y me han lastimado. He llorado, reído, enfurecido... he odiado... Atrás de mi ya tengo una historia y espero que me falte aun más qué escribir. He tomado muchas desiciones, algunas me han acarreado desventuras, otras alegrías pero definitivamente cada una forma parte del camino que me ha traído a este momento y este lugar. Estoy feliz. Estoy satisfecho en mi lucha personal. El hombre decidido dice "no cambiaría nada de lo que ha pasado en mi vida porque ahora estoy donde estoy y eso no me lo regalaría nadie", mientras sin mover los labios más, le permite a sus recuerdos correr sueltos y su mente le pincha con las cosas que le gustaría haber tenido, haber hecho, haber dicho, haber recibido, haber dado... el modo que no fue y que ahora le gustaría que hubiera sido. O aquellas cosas que se le antojan ahora y que ya no serán más... meros caprichos.